En la intimidad de la cárcel, el prisionero político Oscar López Rivera continúa escribiéndole a su nieta. Aquí comparto este pequeño segmento de su más reciente carta en la que Oscar reflexiona sobre el lugar al que pertenece. Como compatriota y compueblano, lo único que puedo sentir es orgullo.
Cuando en 1981 entré a la cárcel de Leavenworth, les dijeron a todos que yo era un “notorio e incorregible delincuente”. Mi único delito, sin embargo, era pertenecer a un grupo clandestino que luchaba por la independencia de Puerto Rico. En 1986 me trasladaron a la prisión de Marion, Illinois. La mañana en que llegué, el alcaide me dijo: “Bienvenido a Marion, que es el lugar donde tú perteneces”. No, yo nunca pertenecería a Marion. Mi voluntad era la de seguir siendo libre como ser humano, de cara al único lugar al que pertenezco, que es Puerto Rico. No pertenecí nunca a Marion, como quería el alcaide. Porque pertenezco a un trocito escondido de San Sebastián. Allí está y estará siempre mi lugar en el mundo. [Oscar López Rivera]