Soy un ser humano imperfecto y falible. Soy liberal. Creo en la separación absoluta entre iglesia y estado. Combato la teocracia como modelo político. Ataco los dogmas religiosos que nos imponen conductas ‘morales’ so pena del exterminio y condena del alma. Con la excepción de Don Quijote y La guaracha del Macho Camacho, no creo en textos sagrados.

Para mi lo único sagrado es la dignidad del ser humano. Por eso me da mucha lástima leer los comentarios que se han escrito en contra del pastor Jaime Galarza Sierra y la empleada de la Administración de Tribunales, Ileana Martínez Santana. Al primero se le acusó en días recientes de haber ofrecido $20 a un agente ‘encubierto’ a cambio de sexo. A la segunda le radicaron cargos por posesión de drogas y maltrato de menores por haberse fumado un pitillo de marihuana frente a su hijo de 13 años. Ambos, también perdieron sus trabajos.

No tengo idea quiénes son estas personas. No los conozco. Mucho menos puedo dar fe de su integridad o calidad humana. Pero el escarnio al que han sido sometidos en los medios y las redes sociales me parece inhumano. Comprendo que hacia él, porque a su nombre lo precede la palabra pastor, le adviene una expectativa mayor en lo respectivo a su conducta ‘moral’. Pero ninguna persona debería ser juzgada de por vida, ni pagar un precio exagerado, por un error cometido en un momento de estupidez o debilidad. Antes de juzgar y condenar debemos recordar que el daño causado a la dignidad del ser humano puede ser irreparable.

Todos tenemos que asumir responsabilidad por nuestras acciones. Pero me niego a aceptar que un solo acto en tu vida sea usado para determinar tu identidad total, no importa cuan repugnante nos parezca ese acto. Nuestra identidad y dignidad humana son mucho más que el ‘peor’ de nuestros actos. Hoy quise reflexionar sobre esto, porque esta semana recordamos la muerte del peor de los criminales, de acuerdo a los fariseos.

ESCARNIO