La perspectiva de género es una iniciativa que, en su carácter oficial, lleva veinte años en desarrollo a nivel mundial. ¿Por qué en Puerto Rico existe tanta oposición a implementar la perspectiva de género en el currículo educativo? En mi humilde opinión, porque charlatanes retrógrados y oportunistas politico-religiosos se han encargado de propagar el veneno de la sinrazón, la intolerancia y el odio hacia otros seres humanos; particularmente hacia personas que no se ajustan a las normas establecidas por la sociedad tradicional y sus códigos eclesiásticos. O quizás sea pura ignorancia.
Según lo establece la Organización de las Naciones Unidas, el objetivo primario de la perspectiva de género es promover la equidad y la igualdad de género mediante la integración de inquietudes y experiencias tanto de mujeres como hombres en el diseño, implementación, seguimiento y evaluación de políticas y programas. Es un enfoque exhaustivo que promueve el desarrollo de los derechos humanos y asegura que hombres y mujeres puedan influir, beneficiarse y participar de dichas políticas y programas, dice la entidad ONU Mujeres.
Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo de la ONU explica:
“La idea de integrar las cuestiones de género en la totalidad de los programas sociales quedó claramente establecida como estrategia global para promover la igualdad entre los géneros, en la Plataforma de Acción adoptada en la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995. Dicha Plataforma resaltó la necesidad de garantizar que la igualdad entre los géneros es un objetivo primario en todas las áreas del desarrollo social.
La transversalización del enfoque de género […] significa incorporar la experiencia, el conocimiento y los intereses de las mujeres y de los hombres para sacar adelante el programa de desarrollo. El objetivo de la integración de la igualdad de género es, por lo tanto, transformar las estructuras sociales e institucionales desiguales en estructuras iguales y justas para los hombres y las mujeres.”
Uno de los retos que enfrenta la implementación de la perspectiva de género es el errado uso intercambiable entre los términos sexo y género. Estos términos no son sinónimos.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, sexo se refiere a las características fisiológicas y biológicas que definen al hombre y a la mujer. Por su parte, género se define como aquella construcción sociológica que demarca roles (papeles), comportamientos, actividades y atributos que determinada sociedad considera “apropiados” para hombres y mujeres. El sexo es relativo al hombre y a la mujer; el género es relativo a conductas que sociológicamente se consideran masculinas o femeninas. ¿Pero es éste el principal problema? No lo creo.
Por siglos, las sociedades han impuesto funciones a los seres humanos partiendo de su designación biológica. Dichas funciones son reforzadas por códigos religiosos que se consideran inexpugnables. Sin embargo, en una sociedad que va creciendo en conocimiento y entendimiento, nada es inexpugnable, los cambios son inevitables, y el abandono por el uso de la razón no es eterno.
Nuestros jóvenes no son imbéciles. Ellos ya comprenden que no existen diferencias reales entre los seres humanos. Amar, desear, convivir y perpetuar una relación con otro ser humano (cualquiera que sea su designación biológica) no es ante sus ojos una conducta aberrante o “anormal”. Y lo saben porque lo ven y lo viven a diario. En sus padres, sus madres, sus hermanos, sus amigas, sus compañeros de clase, etc. Y cada vez que escuchan a sus ignorantes líderes religiosos escupir palabras de odio y clasificaciones denigrantes hacia otros seres humanos ellos van a Instagram y las demás redes sociales y confirman con evidencia que esos amigos y parientes son personas normales; personas a quienes ellos aman y que merecen respeto e igualdad de derechos humanos.
La idea de oponerse a la enseñanza de la perspectiva de género es y será simplemente un ejercicio infructuoso por mantener nuestra juventud al margen de nuestra realidad social. Un intento burdo por perpetuar la mendacidad y el oscurantismo intelectual que por siglos fue la norma, pero que continúa su decadencia.
¿Por qué? Porque la evidencia es más poderosa que la creencia.