Esta mañana mientras conducía hacia el trabajo escuchaba el podcast de NPR NEWS, Talk of The Nation (http://goo.gl/guiat). En él Neil Conan y el Dr. Daniel Levitin discutían el efecto devastador que produce la pérdida de memoria en la identidad del ser humano. Enfermedades como el Alzheimer, tumores, ataques cerebrales o accidentes son capaces de degradar la memoria hasta el punto en que se pierde el sentido de quiénes somos. Y lo más cruel es que en muchos casos estos efectos suelen ocurrir paulatinamente.
Los que hemos vivido en carne propia los efectos de la pérdida de memoria de un ser querido, sabemos lo difícil que es ver y estar junto a un ser amado que ya no te recuerda. Pero ¿nos hemos sentado a pensar que siente ese ser humano que va perdiendo su identidad con el paso de los días?
Al escuchar las anécdotas de las personas que compartían sus vivencias a través de la radio, me llamó la atención que uno de las mayores frustraciones era cómo con el paso del tiempo, según perdían sus destrezas cognoscitivas, también perdían gran parte de sus amigos. Si ya no me recuerdas, ¿para qué acompañarte, hablarte o visitarte?, se quejaban algunos.
Hace unos meses cuando visité a Tío Claudio y toqué su guitarra, pude ver como tranquilo en su sillón movía sus pies y sus manos al compás de mis acordes. Todavía tenía plena capacidad y habilidad para apreciar y disfrutar la belleza de la música y de la vida. Y aunque quizás no recordaba quién yo era, yo sí recordaba quién fue y es él y lo que representa aún en mi vida.
Así que por favor no olvides a quiénes te olvidan, porque aunque no te recuerden, sus memorias y recuerdos vivirán contigo por siempre.