¿Sabías que la rueda, considerada por algunos la invención industrial más antigua de la humanidad, fue patentada en Australia en 2001? Si alguien te recomienda que, para prevenir accidentes durante el invierno, coloques tus medias (calcetines) por encima de tus zapatos, ¿lo harías? Y ¿me creerías si te dijera que maldecir puede ayudarte a combatir el dolor?
Hoy aprendí por medio de un artículo en la BBC que por los pasados veinte años la Universidad de Harvard y la revista Anales de Investigación Improbable han otorgado un premio llamado Ig Nobel a ideas e investigaciones como éstas. Para ser recipiente del Ig Nobel las investigaciones deben cumplir con dos requisitos: tienen que hacerte reír y luego pensar. El orden no es negociable.
El fundador de estos premios, Mark Abrahams, compartió con la BBC esta anécdota que me pareció simpática:
¿Hay algún cruce entre ganadores del Nobel y los del Ig Nobel?
Sí, desde que empezaron los premios, en la ceremonia -que se hace en Harvard University todos los años y los nominados vienen por cuenta propia-.
Como allá hay un puñado de ganadores del Premio Nobel, vienen a estrecharle la mano a quienes compiten por el Ig Nobel, y luego son ellos los que entregan los premios.
Pero en la versión 2010 ocurrió algo que a mí me parece maravilloso: Estocolmo le otorgó uno de los premios Nobel a un físico llamado Andrei Geim, de la Universidad de Manchester. Hace 10 años nosotros le habíamos dado el Ig Nobel… por algo diferente.
El Nobel se lo ganó por trabajar en algo llamado grafeno –la versión bidimensional del carbón-; nosotros se lo habíamos dado por un trabajo que hizo en el que usó imanes para hacer levitar a una rana.